Tu valor reside en tu malla. Lo importante es el valor que aportas y recibes de tu malla social.
Cada día vivimos más inmersos en la sociedad del conocimiento, caracterizada por un gran componente social y colaborativo, en el que las personas se encuentran conectadas y los 6 grados de separación se reducen a solamente un tweet de distancia.
Hace unos años se solía decir que muchas veces no era tan importante saber hacer algo, sino conocer a alguien que sí lo supiera hacer. Y hoy esa máxima vive su máximo exponente gracias a la irrupción de las redes sociales.
Nuestro valor no reside en lo que somos, sino en lo que somos capaces de hacer gracias a nuestra red social. En ella depositamos nuestro conocimiento, aportamos nuestras cualidades y recibimos a cambio experiencias enriquecedoras y aprendizajes.
Desde que @Vorpalina me invitara a participar y descubrir #vorparoom me estoy dando cuenta de la importancia que puede tener una red conectada como motor de cambio, no solo a nivel individual sino colectivo.
Las mallas pueden ser homogéneas o como en este caso heterogéneas, conectando a nodos a priori distantes y distintos, pero con la misión de aportar matices y dar diferentes perspectivas para dar como resultado una experiencia muy enriquecedora.
Aprender a través de la malla
El aprendizaje es fundamentalmente de tipo informal y se enriquece con cada uno de los nodos o conexiones de nuestra malla social.
Una red bien distribuida puede actuar como auténticas comunidades de práctica, en la que sus miembros comparten experiencia y se organizan en torno al aprendizaje informal. El grupo aprende del grupo de forma horizontal y mediante el liderazgo compartido.
El aprendizaje ya no es individual sino que es colectivo, de tipo asimétrico, se produce durante toda la vida de las personas y es líquido o personalizado, adaptándose a las necesidades de cada persona, tiempo y lugar.
En estas redes de conocimiento, los roles de profesores y alumnos están difuminados y se funden en un proceso de entrada y salida, en el que unos guían y otros son guiados y en otras ocasiones es al revés.
En este tipo de aprendizaje, la motivación es aportada por cada persona de forma individual, por el simple interés por aprender y el sentimiento de estar haciendo bien las cosas ayudado por los demás. Además, el reconocimiento es automático y el feedback fluye de forma continua. El sentimiento de pertenencia y el valor de utilidad son también muy elevados.
Los catalizadores o dinamizadores
En cada red social existen una serie de roles que no tienen por qué ser fijos, sino que van cambiando de forma dinámica. En ciertos momentos podemos ser espectadores, en otros colaboradores, conectores, creadores y dinamizadores.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de los generalistas y de su gran utilidad a la hora de conectar personas e ideas, por lo que podrían jugar un papel fundamental como catalizadores de mallas heterogéneas.
Ingredientes para sacar todo el jugo a la malla:
- Mantener una actitud abierta y flexible, para recibir todo el impacto de la experiencia
- Aportar valor: no tiene por qué ser de forma constante o continua, pero es fundamental aportar en momentos puntuales para enriquecer la malla.
- Nunca deberíamos cerrar la malla a nuevos componentes
- Dejarse sorprender por los demás por encima de nuestras capacidades individuales. Reconocer el valor de lo que nos aportan otras personas. Aprender a escuchar de forma activa. El valor del grupo se antepone al nuestro propio: cero ego.
- No subestimar ningún aprendizaje: hay que dejarse llevar siempre por la Serendipia.
- Activar nuestro pensamiento lateral para mejorar la experiencia creativa.
- En definitiva, fluir de forma natural por los nodos de la malla, intentando dejar nuestra huella para que el beneficio del grupo y disfrutar la experiencia de nuestro aprendizaje.
Por todo ello debemos de prestar mucha atención a nuestra malla, porque según sea la calidad de esta, el tipo de conexiones y el valor que aportemos, así será nuestra experiencia en ella.
Y tú, ¿en qué mallas fluyes?
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