Hace poco hablamos de en qué lugares e instantes aperecen las ideas que tenemos, esos momentos ducha en los que sin saber muy bien cómo nos viene una idea genial y soltamos el famoso ¡Eureka!
Una gran idea es una combinación de múltiples instantes de serendipia y grandes dosis de esfuerzo.
Foto de Bombardier vía Flickr
Hoy vamos a profundizar un poco sobre este tema y veremos que en realidad las ideas no surgen de la nada, sino que siguen un proceso de generación y crecimiento muy elaborado, del que normalmente no somos conscientes, pero que es de suma importancia.
Sobre este tema nos habla Steven Johnson en un estupendo vídeo, en el que promociona su nuevo libro titulado “Where good ideas come from”. Puedes ver el vídeo al final del post y estoy seguro que te quedarás con ganas de comprar el libro (yo ya lo he añadido a mi lista de libros por leer ;-)). Y del mismo vídeo surge la idea de este post…
¿Qué paso por la cabeza de Newton cuando creo la ley de la gravedad a raíz de ver caer la manzana del árbol? ¿Fue un hecho casual? No, más bien fue un hecho causal producido por la colisión de múltiples factores. Como vamos a ver, las grandes ideas no surgen por generación espontánea, sino que se generan y nutren a partir de infinidad de fuentes y requieren de unas condiciones muy específicas para que salgan a la luz.
Siguiendo con el ejemplo anterior, Isaac Newton era filósofo, teólogo, inventor, matemático, alquimista y físico (casi nada…). Es considerado por muchos como el mejor científico de todos los tiempos y como tal, tuvo ideas geniales. Pero para llegar a esas ideas, leyó infinidad de libros, hizo multitud de observaciones, debatió con otros científicos y escribió millones de anotaciones.
Seguramente que antes de que descubriera lo que era la gravedad y elaborara sus teorías, su cerebro ya lo sabía, aunque todavía no había puesto la idea en el plano de lo consciente. Y después, un pequeño empujón a modo de manzana cayendo del árbol o de momento ducha (no está tan claro que fuera una manzana), fue lo que destapó la idea y creara su particular momento eureka.
Y hablando del término Eureka, acuñado por Arquímedes cuando descubrió el principio que lleva su nombre, nadie antes había descubierto que el volumen de un cuerpo sumergido en un fluido en reposo, recibe un empuje hacia arriba igual al peso del volumen del fluido que desaloja. Y mucha gente se había bañado antes en una bañera, pero no tenía los conocimientos necesarios para poder elaborar semejante teoría.
La generación de las ideas
Todos queremos sacar nuestro lado creativo, generar nuevas ideas, ser innovadores, llevar a nuestras empresas o trabajos a la siguiente etapa, para estar un paso por delante y ser más competitivos..
Pero no basta con crear unas condiciones idóneas para ser más creativos, o con tener momentos de reflexión o de desconexión para que nuestro cerebro se encargue de la tarea, sino que hay que ser capaz de generar esas ideas y alimentarlas, para que crezcan y se desarrollen.
Parece entonces que las ideas no surgen de la nada, que requieren de un proceso. Pero su formación puede seguir unos patrones, que además pueden ser reproducibles, de manera que podamos aprender a generar buenas ideas.
Podríamos comparar la formación de una idea con la floración de una planta. De esta forma, necesitaríamos una semilla, una germinación en condiciones óptimas y finalmente un crecimiento y floración. Vamos a descubrir cuáles pueden ser los ingredientes del proceso innovador.
Plantando una semilla: la serendipia
En primer lugar necesitamos una semilla y un suelo fértil. Cuando un árbol dispersa sus semillas, no todas germinan, solo unas pocas lo hacen. Aquellas que reúnen unas condiciones muy determinadas de luminosidad, humedad, temperatura, etc.
Con las ideas pasa lo mismo, para que una idea germine, se necesita la colisión de múltiples pequeñas ideas.
En este proceso la serendipia es un factor clave como fuente generadora de ideas. Consiste en el proceso por el que de una forma casual, se consiguen ideas interesantes. Por ejemplo, hablamos de serendipia cuando alguien se olvida el fuego encendido con una olla que contiene azúcar y casualmente descubre el caramelo, o cómo una partida de cola defectuosa crea los post-it. Y así multitud de ejemplos similares…
Cuantas veces habrás estado en una charla o curso que no te interesaba y has pensado… ¿y a mí para qué me sirve esto que estoy escuchando? Pues quizás mediante un proceso de serendipia, tu cerebro está almacenando parte de esa información y le está dando una perspectiva nueva a una idea de temática muy distinta que se está formando en tu subconsciente.
Moraleja: tenemos que aprender a valorar la serendipia como un tesoro de incalculable valor y no subestimar nunca ningún tipo de aprendizaje. Sobre serendipia también habló Steve Jobs en su famoso y motivador discurso universitario.
La siguiente pregunta que nos haremos resulta obvia… ¿cómo podemos fomentar la serendipia? La mejor forma que se me ocurre es leer y aprender sobre múltiples y muy variados temas. Aunque parezca que estos no guardan ninguna relación entre sí, nuestro cerebro se encargará de realizar conexiones y generar esas pequeñas colisiones que pueden llevar a la generación de una gran idea.
Regando la planta y floreciendo la gran idea
Una vez que se forma el germen a partir de la colisión de pequeñas gotas de serendipia, la creación de la gran idea puede llevar meses e incluso años.
Como si de un puzzle ser tratara, la idea se irá alimentando de múltiples piezas, que le aportarán nuevas perspectivas y le irán dando cuerpo y forma a la idea. Cuanto más alimento reciba la idea, cuantas más experiencias le aportemos, mayor y más rápido será su crecimiento.
El crecimiento de la planta tampoco es espontáneo, sino que requiere de grandes dosis de esfuerzo y perseverancia. Quizás necesite también de algún tipo de abono, como puede ser juntar nuestra idea con las de otra persona, o grupo de personas. En la sociedad de la información la inteligencia colectiva tiene un valor incalculable, debemos aprovecharlo.
Y a partir de ahí, será cuestión de tiempo. Llegará un momento en el que la idea esté lo suficientemente madura para florecer y mediante un último empujoncito o un momento ducha, florecerá y asomará a nuestra superficie y entonces si que podremos decir el gran ansiado ¡Eureka!
Hola Chema,
me ha gustado mucho el post. Justo quería recomendar a los lectores el libro Serendipity de Guzmán López que desarrolla lo que comentas aquí.
Un saludo
Muchas gracias Sara por la recomendación, lo apunto a mi lista de libros por leer 😉